viernes, 10 de junio de 2011

Me encantaría poder decir: piedra libre.


Ok, empiezo por leer el módulo de Historia.. O mejor Sociológico… (bostezo). Me cae lenta y desesperadamente una lágrima a través de mi mejilla derecha. Veo las telarañas. No. Tengo que ordenar mi pieza. O mejor ¿por qué no empiezo por ordenar lo que quiero hacer? O, más osado todavía… ¡Lo que quiero pensar! ¡Lo que quiero! A veces lo claro, se nos pasa de largo por ser casi transparente. Lo básico o fundamental está tan relegado que terminamos complicándonos con trivialidades -aparentemente complejas e insoportables-. Y lo son, pero por el simple hecho de no haber podido resolver las marañas más complicadas. Primero, lo primero ¿no? Frase aparentemente pelotuda, pero que nos cuesta tanto aplicar. No intento ser despótica con mis generalizaciones, pero sospecho que no soy el único ser poco dotado de practicidad. Aunque no estoy segura si es practicidad, capacidad organizativa, ansiedad o vaya a saber qué otra disfunción física o mental. De lo que sí estoy segura es que camino por una cuerda tendida entre dos muros y un precipicio. Lo hago en puntas de piés, despacio y cautelosa, aunque torpe.. Me he caído, pero nunca me solté. A veces me pregunto qué sucedió con mi impetuosidad adolescente. Dónde está mi energía, evidentemente, en algún lado debe estar. Aunque la busco… No se deja ver, está escondida. Puede ser que debajo de mi cama. Si, ¡eso es! Mi energía está debajo de mi cama, eso debe ser lo que siento cuando no me puedo levantar. Ahora digo no… ¿Cómo llegó ahí mi metafórica fuerza de voluntad?

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