jueves, 28 de octubre de 2010

No tan distintos.



Estamos fragmentados, pero más engranados que nunca, subsumidos en una gran globalización, pero siempre como eslabones. Cada conciencia difiere en sus experiencias, pero todos tenemos una, con sentimientos de mayor o menor autonomía. Aunque, no estoy plenamente convencida de que cada uno de nosotros sea efecto de sus supuestas voluntades individuales.
Lo que podría afirmar con total seguridad, es que cada uno de nosotros –seres humanos y vivos- respira, nace, siente momentos de felicidad, de tristeza, lucha –a su modo- y muere. Además de tener en cuenta que algunos, abatidos y confundidos, directamente tiran la toalla. No me refiero con éstos a los que deciden suprimir su existencia física. Sino a aquellos que creen que el éxito radica en la “competencia” con su congénere.
Sin creerme portadora de la verdad, creo que la victoria de éste término del “mercado de mentes” debería ser temida. Como significante, la “competencia” no es una sensación, sino la condición del “éxito”. Dicha competencia no es más que la otra cara de la moneda de lo que se cree, a mi entender, como una amenaza a la existencia.
Lo que quiero decir con esto, es que ésta sucesión de fonemas, no es más que la hermana de la victoriosa “inseguridad” (el demonio que causa sensación en nuestros tiempos). Lo irónicamente casual es que el “competente” y el “competidor” no son más que la misma entidad que versa por sobre el demonizado “incompetente- adversario”, el excluido de nuestros días. Éste no es más que aquél diablo ejecutor del “temible fantasma”: LA INSEGURIDAD.
Pensando un poco más con respecto a este tema, llegué a la conclusión, nuevamente, que sin “competencia”, no habría reyes disputándose esclavos felices de serlo a cambio de un poco de “éxito”. Sin “inseguridad”, no habría tampoco, legitimación de la supresión del “incompetente” por parte de aquellos reyes macabros. Sin temor, por parte de los “competentes-competidores” o “incluidos” esta legitimación estaría vacía de sustento, directamente. Sin sensacionalismos, las percepciones de las vivencias estarían menos alejadas, sin caer en deshumanizaciones necesarias para el sistema. El otro, la nación, el pobre, el soberano, el adversario, la amenaza, el “paco”, la propiedad, la guerra, el poder, el éxito, los ascensos.. Qué manera de inventar palabras para justificar y obtener legitimación para todo un sistema artificial, cruel y desigual en busca de recursos… Aparentemente debe ser mucho más fácil y redituable que comprender que somos todos seres humanos. ¡PELIGRO, CUIDADO!